Esta curiosa planta muy poco conocida, es muy similar a la cala, ya que son de la misma familia, sin embargo, a diferencia de esta, la Mangara, como se la conoce por los guaraníes, es nativa del Gran Chaco Sudamericano.
Es una planta muy poco accesible, ya que es relativamente escasa. Solo se lo puede encontrar en suelos arenosos, siempre en sitios elevados, no sujetos a inundaciones persistentes; preferentemente al borde de los bosques.
Durante su floración produce varias inflorescencias que surgen en forma simultánea. El espádice está incluso dentro de una espata navicular, que la envuelve como campana, muy llamativa, con la parte interna en tonos purpúreos y externamente verdosa; en ambas caras presentan como estrías, de color castaño rojizas en el interior y verdosas o rojizas en el exterior.
Las flores tienen un olor cadavérico, "a carne podrida", justamente por este olor fétido, atrae a las moscas
Su tubérculo contiene una sabia que mata insectos, al cual hace referencia su nombre proveniente del latín Vermitoxicus, que significa "mata gusanos" cuya utilidad tuvo lugar en la desinfección del ganado y otros animales.
Su consumo no es recomendado, sin embargo, algunas etnias lo comen en épocas de mucha carencia, su sabor es desagradable e irritante, incluso podría ser venenosa, por lo que requiere de todo un tratamiento previo de cocción.
Se resalta el valor e interés que tiene la planta entre las etnias y pobladores del Gran Chaco, por su rol en diversos ámbitos de la cultura: alimentación, medicina, mitología, incluso hechicería. Asimismo, se señala la necesidad de su conservación como patrimonio natural y cultural.